Siempre había sido un fiel amante de la belleza natural, de todo lo surgido naturalmente, producto de las manos poderosas y omnipotentes de Dios. Pero para este caso específico les diré que era un fiel amante a las mariposas; había coleccionado desde las más pequeñas e insignificantes de ellas, hasta las más preciosas y coloridas mariposas que ojo humano alguno haya podido apreciar alguna vez.
Sin duda alguna, es increíble cómo algunas cosas insignificantes pueden cambiar de manera drástica la vida del ser humano; y yo, lo que menos imaginaba era que ese día una mariposa, un insecto al cual yo le había tomado tanto aprecio y cariño, y que se había convertido en una de mis más preciadas criaturas naturales, acabaría por “traicionarme”.
Esa tarde venía de regreso, luego de visitar a varios clientes en la Romana, pueblo este al cual había pensando seriamente mudarme, y así vivir un poquito más cerca de la naturaleza, como también disfrutar grandemente de las mariposas que por allí paseaban a cada instante. La carretera estaba solitaria pero calurosa, se veía larga y ancha, y los camiones, autos y autobuses pasaban solo cada cierto tiempo, pero las mariposas ocupaban lugares de los vehículos, habían de todos colores y tamaños, de todas las clases y para todos los gustos, y yo me divertía contándolas y disfrutando de su volar, y sonreía de ver la forma cómo esquivaban los carros que les pasaban cerca en algunos momentos... O ellas cerca a estos?...
El sol golpeaba fuertemente mi rostro; el sueño se apoderaba más de mí por cada metro/segundo recorrido. La brisa fresca entraba a grandes rasgos en mi vehículo, esparciéndose por todo su interior, y desorganizando el gran número de papeles y hojas sueltas que tenía tiradas en el asiento trasero. La música del radio ya casi se me hacía muda, pues el sueño me estaba tratando de vencer. Estuve empeñado en mantener mis ojos abiertos en todo momento, de par en par, buscando no descuidarme y cerrarlos.
En ese momento buscaba acomodarme un poquito en mi asiento, ya que se estaba empezando a adormecer mi pierna derecha, pero de repente una mariposa amarilla, radiante como el sol que me quemaba esa tarde, se estrelló contra el cristal delantero de mi vehículo, causando a sí misma su muerte. Inmediatamente me apresté a activar el limpiavidrios y de esta forma quitar el sucio que dejó, con el agua que vierte los conductos destinados para esto; pero al parecer el conducto que dispara el agua del lado mío estaba un poquito fuera de lugar, ya que cuando el agua salió, y el limpiavidrios secó esa parte, el agua cayó a lo interno de la puerta de mi carro, lo que de inmediato me movió a tomar la pequeña toalla blanca, que tenía el logo una de mis cabañas preferidas en el centro, que estaba debajo de mi asiento, para secar la puerta y el lado completo que se había mojado, así que de prisa traté de secar todo el mojadero, no percatándome de que al momento de yo agachar mi cabeza para buscar la toalla y salir de ese atolladero, venía una guagua, la cual conjuntamente con la mariposa, se había llevado mi vida.
Sin duda alguna, es increíble cómo algunas cosas insignificantes pueden cambiar de manera drástica la vida del ser humano; y yo, lo que menos imaginaba era que ese día una mariposa, un insecto al cual yo le había tomado tanto aprecio y cariño, y que se había convertido en una de mis más preciadas criaturas naturales, acabaría por “traicionarme”.
Esa tarde venía de regreso, luego de visitar a varios clientes en la Romana, pueblo este al cual había pensando seriamente mudarme, y así vivir un poquito más cerca de la naturaleza, como también disfrutar grandemente de las mariposas que por allí paseaban a cada instante. La carretera estaba solitaria pero calurosa, se veía larga y ancha, y los camiones, autos y autobuses pasaban solo cada cierto tiempo, pero las mariposas ocupaban lugares de los vehículos, habían de todos colores y tamaños, de todas las clases y para todos los gustos, y yo me divertía contándolas y disfrutando de su volar, y sonreía de ver la forma cómo esquivaban los carros que les pasaban cerca en algunos momentos... O ellas cerca a estos?...
El sol golpeaba fuertemente mi rostro; el sueño se apoderaba más de mí por cada metro/segundo recorrido. La brisa fresca entraba a grandes rasgos en mi vehículo, esparciéndose por todo su interior, y desorganizando el gran número de papeles y hojas sueltas que tenía tiradas en el asiento trasero. La música del radio ya casi se me hacía muda, pues el sueño me estaba tratando de vencer. Estuve empeñado en mantener mis ojos abiertos en todo momento, de par en par, buscando no descuidarme y cerrarlos.
En ese momento buscaba acomodarme un poquito en mi asiento, ya que se estaba empezando a adormecer mi pierna derecha, pero de repente una mariposa amarilla, radiante como el sol que me quemaba esa tarde, se estrelló contra el cristal delantero de mi vehículo, causando a sí misma su muerte. Inmediatamente me apresté a activar el limpiavidrios y de esta forma quitar el sucio que dejó, con el agua que vierte los conductos destinados para esto; pero al parecer el conducto que dispara el agua del lado mío estaba un poquito fuera de lugar, ya que cuando el agua salió, y el limpiavidrios secó esa parte, el agua cayó a lo interno de la puerta de mi carro, lo que de inmediato me movió a tomar la pequeña toalla blanca, que tenía el logo una de mis cabañas preferidas en el centro, que estaba debajo de mi asiento, para secar la puerta y el lado completo que se había mojado, así que de prisa traté de secar todo el mojadero, no percatándome de que al momento de yo agachar mi cabeza para buscar la toalla y salir de ese atolladero, venía una guagua, la cual conjuntamente con la mariposa, se había llevado mi vida.