viernes, noviembre 10, 2006

Decadencia VIII...

Luego de ese tiempo alejado de todos, volví a buscar a mis amigos, y también a ella, indirectamente. No tenía la suficiente vergüenza para mirarla a los ojos directamente. Yo había cambiado un poco en cuanto a mi físico y personalidad mientras estuve distante, cosas que a ella le simpatizaron mucho cuando volvimos a vernos. Ya todo se había calmado mucho dentro de mi vida cuando volví a buscarla.

Empezamos a hablar nuevamente, a aclarar las cosas y buscar respuestas a muchas preguntas que habían quedado en el aire desde el tiempo en que nos separamos. Luego de varios días ya todo estaba claro. Era como si hubiésemos empezado a conocernos nuevamente, desde cero. Al cabo de varios días habíamos empezado nuestra relación formalmente, sin tormentos ni complicaciones, mucho menos contradicciones, ni confusiones.

Nuestra relación apenas tomaba impulso cuando ya yo había penetrado en confianza con su familia, quizás debido a la amistad de su hermano y mía; pero de lo que no cabía duda era que el vínculo cada vez se hacía mucho más fuerte. Su madre se había convertido para mí en mucho más que una suegra, se había convertido en una segunda madre. El cariño existente entre nosotros era incomparable, y las atenciones de ella para conmigo sin igual.

A medida que pasaban los meses, semanas y días las cosas mejoraban de una forma maravillosa.

Una mañana me levanté con más ánimo que nunca para ir al trabajo. Me vestí, desayuné, encendí mi vehiculo y me marché. Mientras manejaba rumbo a mi trabajo sentí un malestar de mareo inmenso, hasta el punto de que tuve que estacionarme a un lado de la avenida para no provocar algún accidente. Llame a un compañero de trabajo y le avisé que me sentía mal, que estaba cerca de la oficina estacionado a un lado de la avenida, que me fuera a ayudar.

Mis ojos se cerraron y no se volvieron a abrir sino días después...

Continuará...